El coach necesita mucha empatía, conocer a fondo y ponerse en la piel del coachee y, sobre todo, cederle todo el protagonismo. El coach debe provocar en el coachee una reflexión, para que sea éste el que encuentre el camino y aborde la solución.
Desde su lanzamiento por la Cuatro, en mi casa somos adictos a House. Nos reunimos toda la familia frente al televisor y nos metemos en la piel de los personajes. La serie reúne las cualidades de calidad y credibilidad, por las que se ha ganado a la audiencia.
El Dr. House es un personaje peculiar. Líder indiscutible, enamorado ―adicto, mejor― de su trabajo, irreverente, descocado, mordaz, inteligente, intuitivo… Es un gran profesional, reconocido por sus colegas, jefes y colaboradores. Sus métodos no son demasiado ortodoxos, se enfrenta a la verdad de una forma directa, descarnada, sin que le preocupe herir la sensibilidad de los demás.
El trabajo es su pasión y de ahí saca su energía y define sus objetivos. Los pacientes no son para él personas con sus sentimientos, grandezas y miserias, sino problemas que hay que resolver, casos detectivescos en los que hay que poner el máximo empeño y desplegar toda la imaginación y creatividad.
Para House el fin justifica los métodos y no duda en tensar la cuerda y someter a los pacientes a situaciones límites, incluso a arriesgar su vida, con tal de dar con la raíz del problema y resolver el caso.
House trabaja en equipo, es un gran líder de equipo, hace lo que todo buen jefe de un equipo debe hacer. Define el objetivo, reparte el trabajo, espolea a sus colaboradores, es exigente con ellos, les plantea retos a veces casi insuperables, consigue lo mejor de ellos. En las reuniones ante el papelógrafo, escucha las opiniones y sopesa las respuestas. Además, defiende a los suyos, ante tirios y troyanos, incluso ante los «ataques» de la dirección. En ocasiones utiliza la competencia entre ellos y otras veces estimula su colaboración. El resultado es magnífico. En pocas ocasiones se resiste un caso. House y su equipo acaban dando con la respuesta.
No siempre el paciente sale curado. En ocasiones la enfermedad no tiene remedio, pero House se enfrenta al caso con la misma determinación. En uno de los últimos episodios, ante el requerimiento del paciente de morir en paz, House decide ayudarle, tras haber diagnosticado la enfermedad y asegurado que no tenía remedio. A pesar de todo, House tiene convicciones morales profundas y límites que no traspasa.
House se preocupa de sus colaboradores, aunque los exprima hasta la última gota.
A pesar de lo anterior, no creemos que House sea un buen coach.
Es cierto que House propone objetivos retadores, saca lo mejor que sus colaboradores llevan dentro, amplía su visión con otros puntos de vista, pero no me gustaría tenerlo como coach.
El coach necesita mucha empatía, conocer a fondo y ponerse en la piel del coachee y, sobre todo, cederle todo el protagonismo. El objetivo del coach no es el suyo propio, sino el del coachee. House plantea bien la selección de alternativas y el análisis de posibilidades, pero es demasiado protagonista en la búsqueda de soluciones. El coach debe provocar en el coachee una reflexión, para que sea éste el que encuentre el camino y aborde la solución. No vale el «ahora haz esto» o «haz lo otro». Con ese modelo, el proceso de aprendizaje está incompleto y, si se utiliza, el coach no habría producido en el coachee la necesaria reflexión interna, y por lo tanto el aprendizaje estaría incompleto. Sería más bien un aprendizaje emulativo, que puede servir en ocasiones, pero que no produce en el coachee ese salto cualitativo que se produce cuando éste encuentra su propio camino.